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Ceci vsus Lily, esperanza Levante y el plan Merchander

26 Oct

Vuelta al blog y con el moño ligeramente constipado. No, no estaba muerta que estaba a tope con Merchanders, el nuevo proyecto que pretende cambiar mi 9 to 5 (que más bien es un half past nine to seven) a vida viajera por todos los mercadillos del mundo. Suena bien, ¿eh? Bueno, aún estamos al principio con muchísimas cositas que mejorar y el twitter como quien dice en pañales, pero ganas hay y muchas.

Pero ahora no os escribo en un súbito arranque de autopromo personal… en realidad, estaba yo tan tranquila, suspirando por un café con croissant cuando el vídeo de esta niña, Cecilia Cassini, fashion diva, horror de diez años, me ha dejado con la boca abierta de par en par.

Por favor, ¿qué esta pasando con los niños? Si a algun@ se le estaba pasando por la cabeza encargar un retoño a París, mejor que no le de al play. Qué prepotencia, qué pausas entre fases, qué movimientos de ojos. Que sí, que almenos cose, pero que queréis que os diga prefiero una Tavi con su pelo azul y pose de niña-estirada-prodigio en la portada de l’Officiel a esta enana con maxi lazo hablando horteramente como si fuera lo más del mundo mundial.

Y pobrecita, que ya sé que la culpa es de esos padres que quieren convertir a sus miniyoes en monstruitos carne de X factor pero… después de que la semana pasada me enamorara de Lily y su pasión por ir a Disneyland (qué lagrimones me caían en la ofi), lo de esta niña me ha parecido muy fuerte.

Y no porque no me guste que sea un talento de la costura a los diez años, que me parece genial sino por la forma y el enfoque.

Por suerte, aún queda esperanza para el rinconcito de mi cabeza que repite a lo mantra el «Impossible is nothing» de Adidas y es que el Levante ha demostrado que tanta pasta y estrellitas del balón no hace falta para dejar a medio país con la boca abierta.

En resumen mañanero, más Levante, más Lilys y menos Cecis, que la vida ya es complicadilla para que sigamos creando monstruitos. No vaya a ser que al final tengamos que ponernos en modo Saturno y acabemos devorando a nuestros hijitos maléficos.